martes, diciembre 1

El abril de las aves.

Wojciech Paliwoda

Veo tu rostro detrás del espejo
leo tus versos como una marea
que con todo quiere arrasar
como si el juego hubiese concluido

Miro tu corazón que no se apacigua
entro en él atraída por tu alma
llevo velas aromáticas
hechas con las raíces
de la vida

Intento verte
escondido cómo estás
tras una cortina
pero tus ojos despuntan
como la aurora
en el oscuro corredor

La marea comienza a descender
ya no amenaza ahogarme
bajo el torrente de tu tristeza
la armonía de mi voz te sosiega
la mudez del abismo caduca
el sol despierta de su somnolencia

Preguntas quién osa tu soledad fastidiar
te digo adivíname entre las metáforas
soy el abril que charla con las aves
el caos del color que germina en las flores
el viento suave que acaricia tu rostro al despertar
soy el poema que aún no se ha escrito
la cornisa de niebla que te invita al misterio
soy la túnica que se despoja de una hebra de hilo
para entregarte y te permita descubrirse
mientras te susurro muy quedamente
querido no te des por vencido
pues el juego apenas
ha comenzado.

Xiomara Beatriz

jueves, noviembre 26

La luz de mis memorias.

Laura Zalenga.
Necesito desvestirme de la ciudad
de ese rumor del río de voces
naufragando en la nada
quiero sentir el roce del silencio
mientras escribo

Los ojos golpean las letras
aman la sombra que al papel traspasa  
convirtiéndolas en tentación
fuego y promesa

Cierro los ojos
la noche se dispersa
atravieso la luz de mis memorias
escucho tus pasos hambrientos de encontrarme  
el soplo de mi voz que con tentación
delinea tus labios cuando te acercas
las palabras se pierden en un murmullo
ahora el lenguaje es otro que no tiene espera
ebrios de pasión moran en la habitación sin ventanas
la orquídea se ofrenda con un suspiro embelesada

Vagan los deseos en la sangre
una frase cuelga en los repliegues
la víbora en cólera revienta
mientras la puerta se abre y se cierra
en el callejón que se inunda de agua

Sabemos que el tiempo es un verdugo
que se nos amontonan los días muertos
pero el amor atraviesa la jaula de la distancia
cuando la noche devora a la luna
en plena madrugada.


Xiomara Beatriz


jueves, octubre 29

Entre el cielo y el infierno.



Katia Chausheva

Otro día comienza. Doblo la esquina, la ciudad apenas de la neblina se desnuda. Una gota sobre la punta de la hoja se escapa y yo soy el abismo donde revienta. Se comienza a descoser la luz entre las oscuras nubes. Un río de pasos fluye por doquier. Se amontonan en la calzada queriendo devorar el tiempo. Me parece irreal estar rodeada de ellos. La lejana música pretende darle una sacudida de alegría a la atmósfera enferma de la ciudad. Se me dificulta la respiración entre el profusión de formas y sombras.

Miro las manos atiborradas de sueños que desconfían cuando las rozan. De las entrañas de la muchedumbre, se abre una brecha. Penetro por ese túnel. El mundo en su apogeo apenas me mira. El clamor de mi corazón más fuerte golpea, queriendo escapar del pecho. La máscara del miedo de mí se apodera. Una charlatana de blancos cabellos pretende venderme algo. Ve en mi mirada los espectros que me atosigan. Sus ojos me taladran mientras intento apurar el paso buscando la resurrección de mi cordura. Alcanzo a ver el sofisticado ornato de la antigua puerta verde, que se encuentra entreabierta. Siempre me sorprende la corriente helada que de ella se desprende. Escucho el gorjeo de las aves en la terraza del jardín. Reparo en el óleo de las pálidas margaritas que emana cierta tristeza. Suspiro.

Me siento suspendida en la paz del silencio. El sonido de una bisagra anuncia tu presencia. La poesía murmura, se hace real. Una conjunción de estrellas habitan en tu mirada. Mis cabellos con tu voz apaciguas. Telúricos movimientos en mi piel se ensayan al verte. Tu boca empaña el vidrio, tratando de volver a la avaricia de mis labios, sobre el retrato que descansa encima del pulido ébano del piano. Ahora el eco de tus palabras resuena con un tono desconsolado, mientras de ti alejas la fotografía. Intento comprender la expresión de tu rostro. Un nefasto presentimiento invade mi alma. Una repentina brisa despierta el aroma de los eucaliptos cuando el vértigo de mis memorias aflora consumando el instante. La bruma se disipa. Se precipita implacable el horror. Intento que me mires, pero tu mirada va cayendo al vacío que me puebla. 

La luz hiere la pared, mientras en ella desvaría el espejo. Me precipito mientras avanzo, temblando, en busca de mi reflejo. Pero sólo a las pálidas margaritas del lienzo refleja. Se escucha la multitud con su infernal vocerío allá afuera. Arrastro mis pies como los de un enfermo. Se fragmenta el salón a mis espaldas. Apenas se puede distinguir tu figura. Tropiezo con un cielo sin nubes, ausente de todo. El eco de mi grito se congela dentro de la nada. La anciana, con su mano temblorosa, palpa las monedas que en ella acaban de depositar. Me acerco en busca de su mirada y repentinamente me encuentro con sus ojos, deshabitados de vida, por el velo de las cataratas que los cubren. Vacilante extiende la mano y murmura no te aferres a esta vida que ya no es tuya. Los adoquines sueltos ya no hacen ruido bajo mis pasos. La fechoría de la muerte abre por fin su trampilla y derriba el alma, que antes se balanceaba entre el cielo y el infierno.
        
 Xiomara Beatriz

domingo, agosto 16

Blasfemas nostalgias.

Yulia Kazban

El tedio de las horas sin tu presencia me abruma
lejos vuelas intentando el lenguaje del bosque descifrar
de los colores del recuerdo me dejo envolver
y del intenso aroma del confuso verano que me agota
quiero un poema concebir pero no puedo
la fecundidad brota cuando te percibo cerca
la soledad me muerde y abre profundas grietas
donde emanan blasfemas nostalgias

Las voces vacías de tus eternos siseos
por doquier me acechan sin tu particular encanto
escapo de la simplicidad del claustro
siguiendo el rastro de tinta de las aves que el cielo tocan
en la esquina una tumba alquilan
un músico ameniza la magnifica morada
¿Podré arrancarme el amor y allí depositarlo?

La fiebre en el lecho me atormenta
el mortífero silencio del dolor se alimenta
sigue lloviendo como denunciando un crimen sobre el tejado
que insensato el destino que orquestar a su manera pretende
intento escuchar la música de las olas que seguramente
rompen a carcajadas cuando tu tobillo toca 
y huyes despavorido como gato en tina
pero me devoran los días
sin la magia de tu venenoso sarcasmo
y se plasma el espectáculo del hastió
cuando sin ti vivo.

Xiomara Beatriz