Daiva Staškevičienė
Se exhala entre el marchito barniz
el perfume del oleo
la retadora mirada que historias cuenta
insensatez la mía hurgando poesía antigua
que proyecta el presente
de un pretérito que mansamente dormía
de un pretérito que mansamente dormía
ahora penetra en mi alma
sus acentos volcánicos
como si fuesen míos...
El pasado siglo
irrumpe con su música de violonchelo
en el roce de las pesadas vestiduras
en el leño que silba en la chimenea
en el crujir del sillón que alberga el cuerpo de mujer
que nervioso posa ante la escrutadora mirada
del artista
Entre rosados y verdes sus pechos ahora
respiran en el lienzo
con mortal tropel de pinceladas
sus formas acariciaban
el sol perfumando el clima de estío detrás del cristal
mientras la turbadora urna en silencio
mientras la turbadora urna en silencio
soñaba con ser oasis
para entregarle sus secretos
El inmenso espejo
que deslumbrante refleja todo el recinto
a ratos la distrae
pues es el deseado abismo de su delgada boca
esa que aprieta el pincel con fruición el retratista
los diamantes de sus penetrantes ojos
arquitectos del hechizo
lo que la hacía sucumbir
de pasión
Sabores de fogosidad se esconden en el alhajero
dispersándose en la sordina apariencia
de la beldad del rostro
mientras sus dedos juegan con lascivo frote
en su clavícula
las voluptuosidad en las miradas se cruzan
y
los delatan...
Suspiran al mismo tiempo violando
la afonía del salón
ecos se propagan divulgando fantasías
como si pudieran salir de la esclavitud
de las nobles actitudes
e inclinarse sedientos
en el arrogante apasionamiento
que en el arte se fecunda...
Xiomara Beatriz