Maria Maristani.
El polvo se muere de tedio
en la repisa
continua el vacío donde
debe estar tu fotografía
como un ruiseñor la tetera
canta cuando el hervor se asoma
sobre la piel mojada una bata blanca se abraza
afuera las hojas se han ido
en bandadas
en la decolorada guirnalda del mardi gras una helada lágrima brota
el invierno desde las cúspides árticas a su agonía se niega
los fragmentos de versos por el papel alocadamente se desparraman
Un ojo constantemente me vigila
desde el cristal emplomado de la lampara
revuelvo nerviosa con una cucharilla la taza de té que de miel se perfuma
veo el ojo que me observa buscando atrapar en su dimensión mi mirada
en el florero una espina sangre gotea dándole a la mesa el tono escarlata
hoy el cielo es diferente, escucho el viento que muge como una vaca
la luz en la esquina se consume como el sueños de muertos
La pinza del alacrán en el firmamento se ilumina
una niña dibuja un toro en la mitad de su noche oscura
los perros ladran en el callejón a los famélicos gatos
el turbio sonido de la música intenta sobrevivir al hastío de la ciudad
una mirada extraviada en el farol se cuelga con el veneno a cuesta
las magnolias a los escarabajos desean para que sobreviva la belleza
mientras que en la punta de los dedos a mi mundo doy vida.
Xiomara Beatriz