martes, diciembre 22

Y si bendecimos al mensajero?...



Y si bendecimos a el mensajero de cada día que está dentro de nosotros y si lo dejáramos un día despertar, si cada día recorriéramos la bahía con los pies descalzos , vestidos de blanco, si tomáramos un puñado de arena y abriéramos la mano sabiendo que al igual que el mundo material en el que nos movemos ahora nada nos pertenece…y si podemos percibir el viento...en su fuerza …en su caricia …aun sin verlo…sabemos que existe…que el viento igual que el amor no es una utopía, si quitáramos las rocas para que otros pies no rocen las filosas puntas que pueden herirles en nuestra bahía y si nos permitiéramos chapalear como niños en la ternura de la mirada… del gesto…de la risa…

Pero muchas veces son esas transparencias en las que tememos reflejarnos , mucho menos sumergirnos hasta el fondo abrir los ojos y respirar con el amor del alma, nadar extasiados al ver los bancos de corales que albergamos …ver la luz que con tonalidad exacta existe dentro de nosotros, así podríamos escuchar la música de la naturaleza…del universo...y volar por encima de nuestras cabeza hacia las estrellas dejar atrás el torbellino del pasado y su complicado vestido de invierno…

Saber que todo muere pero vuelve a renacer que nada nos impide ver el azul del cielo, dejar de seguir inmersos en el largo letargo milenario, sin querer despertar, sin ver nuestra propia luz interior, si dejáramos de seguir con desgano tachando días en el calendario abstraídos en la cotidianidad …en las fechas festivas… tener fe de que un día ya no seremos como las cañas que se agitan de un lado sacudidas por el viento de los acontecimientos, que ya debemos dejar de seguir intentando ocultar nuestros propios cantos místicos al igual que monje en el claustro,  dejar de creernos poderosos dueños de una morada material cuando somos en realidad huéspedes fugaces de la vida ....y si día a día bebiéramos del cáliz lleno de la esperanza de la fe …del amor…del despertar nuestro mundo interior y ya no sabernos amantes clandestinos de nuestra propia alma …

Xiomara Beatriz